Opinión: El Dakar es diferente a todo… en todo

Para lo bueno y para lo malo, el Dakar es diferente a todo en todo. Quizá por ello me gusta tanto esta especialidad, abierta a pilotos con espíritu de aventura, con carácter, capacidad de sufrimiento y dispuestos a afrontar a toda velocidad cientos de kilómetros de un terreno desconocido y con un desierto repleto de unos obstáculos que les aguardan en cada rincón.

Ya lo dije en esta misma columna, pero insisto: El ritmo que se imprime es brutal, excesivo y viendo pasar a los participantes a uno se le ponen los pelos de punta. La organización debería centrarse otra vez en que no se corra tanto, probablemente con una navegación más difícil y, en especial, en la categoría de motos. Una media superior a los 100 km/h en una etapa de 350 kilómetros es jugar a la lotería.

El problema es que el terreno que nos ofrece Arabia Saudí lo provoca, ya que son pistas con largas rectas y en las que se puede rodar a fondo. Hay dunas, desde luego, como zonas de piedras, pero cuando se sobrepasan las dificultades otra vez se aprieta el acelerador al máximo. Ello, además de problemas mecánicos, provoca un buen número de accidentes, algunos de ellos espectaculares y siempre peligrosos.

LA FIABILIDAD

Cuando uno habla de fiabilidad suena o se interpreta a excusa. Y no es así. Coches y motos están siendo sometidos a un estrés brutal, sobre todo por los candidatos a las primeras posiciones. Audi, que ha demostrado ya que el proyecto tiene potencial, tiene un problema con los amortiguadores. Nadie lo esconde, pero tampoco les extrañe. Es un coche nuevo, muy joven y con una tecnología compleja, que necesita rodaje para superar la presión a la que es sometido. Igual ocurre con BRX, el coche de Prodrive que conduce Nani Roma, otro prototipo de nueva generación que necesita adaptación para mejorar su fiabilidad en una especialidad en la que los enemigos son múltiples e inesperados como los camellos de la foto de Mikel Prieto.